XVI Congreso de Caritas de América Latina y Caribe


Intervención en la sesión de apertura de Denis VIENOT
Presidente de Caritas Internationalis
19 de marzo de 2007

¡Caridad, solidaridad, justicia y desarrollo humano integral son los pilares de nuestra casa común!


Un recuerdo personal para conmemorar esta intervención. Al inicio de mi responsabilidad como Director de Acción internacional en Secours Catholique / Caritas France, uno de los primeros proyectos en los que trabajé fue el DCCH de Cayes (Desarrollo comunitario cristiano en Haití). DCCH existe desde 1964; y se ha convertido en un servicio de Caritas Haití, que ha estado siempre en la vanguardia de nuestra red internacional, pues su principio era y continúa siendo superar la asistencia material mediante el acompañamiento, para que las poblaciones más pobres sean autoras de su propio desarrollo. DCCH es un programa integrado, que interviene simultáneamente en los sectores de la agricultura, de la sanidad y de la promoción femenina. Encontrarme en Cayes hoy día, es como una vuelta a las fuentes de mi compromiso internacional. Esta es la razón por la que estoy especialmente feliz de poder participar en este Congreso de las Caritas de América Latina y Caribe, en esta diócesis y también en este país, que es el más pobre de vuestro continente. Pobreza extrema, debida a la naturaleza, pero, con más frecuencia, al salvajismo del hombre ávido de poder. Caritas Haití, ante la gran cantidad de continuas emergencias, pudo haber caído en la tentación del asistencialismo; pero al contrario, con valentía e inteligencia ha elaborado un plan estratégico operacional para el período 2002 – 2006, que incluye un conjunto de actividades de desarrollo, de emergencia y de fortalecimiento institucional, en un marco de referencia que engloba las Caritas parroquiales, diocesanas y la Caritas nacional. Muchísimas gracias a Caritas Haití por su acogida.


Para estructurar mi intervención, os invito a mirar y visitar una casa imaginaria ; esta metáfora me permitirá deciros, con claridad, qué es lo que Caritas Internationalis espera de vuestro continente. Pero sabed, sin embargo, que yo no tengo ninguna experiencia de albañil y que, con frecuencia, cuando realizo pequeños trabajos ¡me hiero!

Una casa es, en primer lugar, un lugar, su ambiente y su interacción con él : las acciones de vuestras Caritas van más allá de la ayuda que prestan ; viven la justicia participando en los cambios de las estructuras económicas y políticas.
Pero esta casa está habitada por una familia, su espíritu y su estilo. Esta segunda parte de mi intervención describirá la especificidad de las actividades de las Caritas de América Latina y Caribe ante las fuerzas políticas y económicas de vuestros países. Esta es la ética que os anima.

En fin, una casa es sólida y perenne si sus fundamentos están bien afianzados en el suelo, que es la parte invisible de una construcción. Estos fundamentos son el humus eclesial, que comprende, al mismo tiempo, la doctrina de la Iglesia y el mensaje del Evangelio.


El año 2006 ha estado marcado, en América Latina y Caribe, por numerosos procesos electorales. Diversos países de la región han asistido a la victoria de partidos de la oposición y de movimientos políticos que rompen con los partidos políticos tradicionales y que gozan de un apoyo popular contrastado. La llegada al poder de una alternativa política en diversos países de América Latina se realiza en un contexto económico mundial que engendra desigualdades y puede, en este sentido, ser analizado en vista de la voluntad de cambio de las poblaciones, que aspiran a una vida digna y a una mayor justicia social.

Más globalmente, en el plan político América del sur se ha inclinado a la izquierda, excepto Colombia. Con diferencias, ciertamente: puede ser más moderada como en Brasil, o más radical, como en Venezuela y Bolivia. Pero todos se encuentran, a pesar de todo, en una misma línea: el interés de la nación es superior al interés de algunos, y con una misma preocupación: la recuperación del subsuelo. Una cierta voluntad de independencia ante los poderes, sea cual sea su forma. Esta dinámica común presenta, sin embargo, particularidades, y la más original se encuentra en los países de la zona andina , donde esta supremacía nacional se inserta en un movimiento indígena muy fuerte, con un gran componente ecológico vinculado a la cultura indígena y a su relación con la naturaleza: Bolivia y Ecuador. Los otros países de América del sur, incluida Venezuela, juegan la carta de una independencia que se basa en la exportación: se vende petróleo, cobre, maíz transgénico, etc. Se entra en las negociaciones sin dudar en jugarse las relaciones de fuerza en los grandes ambientes internacionales, La Organización mundial del comercio, en el caso de Brasil. Se pueden reconocer esfuerzos notables en la lucha contra la pobreza extrema, como la miseria y el hambre, pero se deja en un segundo plano la educación, por ejemplo. Ahora bien, Uno de los desafíos políticos de vuestro continente en la lucha contra la pobreza, consiste en que ha de tener en cuenta “a todos los hombres y a todo hombre” según la Populorum Progressio. Con otras palabras, se trata de superar el nivel de la economía política para apuntar a un desarrollo humano integral.

Los regímenes democráticos han de responder al desafío de una auténtica participación ciudadana, que no se limita al ejercicio del derecho al voto, sino que integra las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos y concede la primacía al bien común en vez de a los intereses personales. Ante el desafío de la participación ciudadana, las sociedades civiles latinoamericanas tratan de definir modelos de participación y de desarrollo, que se basen en la dignidad de la persona y en la justicia social. Con este espíritu las Caritas de América Latina y Caribe trabajan en un enfoque de acompañamiento y fortalecimiento de las organizaciones de base. Dado que nuestro Congreso se celebra en Haití, tomo como ejemplo a este país y me refiero a una intervención de Monseñor Dumas, Presidente de Caritas quien, ante el Grupo de trabajo Haití de Caritas Internationalis, que se reunió en París a finales de 2006, presentaba así la situación: la prioridad es la lucha contra la extrema pobreza, pero sus esfuerzos se han de continuar en concertación con la realización de los objetivos de desarrollo del milenio. “La pobreza no es una maldición “ si la participación de los pobres es querida y efectiva en el combate contra la pobreza. Por esto, es necesario proseguir con la formación de los líderes, profundizar la incidencia internacional para nuevas cooperaciones, revisar el sistema de préstamos del FMI y del Banco mundial, poner en práctica políticas de discriminación positiva, por ejemplo, el crédito para los más pobres.

Y Monseñor Dumas terminaba hablando de algo que le preocupaba tanto como la pobreza, es decir, la violencia, con la dificultad de convencer a los jóvenes a que abandonen las armas: en Haití circulan trescientas mil armas. Después de tres años de presencia militar de las Naciones Unidas, la policía no es de mejor calidad, en cuanto existe la contradicción entre la satisfacción oficial y la realidad. La fuerza de la ONU ha evitado la somalización del país, pero ¿cuál es su eficacia?, concluía Monseñor Dumas.


Como decía más arriba, el objetivo de las Caritas de vuestro continente es el desarrollo humano integral. Éste es el espíritu que anima la casa que vosotros habitáis.

Otras Caritas de nuestra confederación se encuentran en la misma longitud de onda. Pero vuestro análisis tiene una particularidad, que es una riqueza si vosotros hacéis partícipes a toda la Confederación de esta convicción: el principal elemento en un proceso de desarrollo es la dimensión ética, que reúne las demás dimensiones en un enfoque integral. Y esto de acuerdo con la doctrina social de la Iglesia, la opción preferencial por los pobres, el bien común. Esta dimensión ética armoniza y permite a todos los demás elementos constituir un todo; por esto mi metáfora de la casa comparaba la ética con el espíritu de la casa.

. El desarrollo humano es integral, cuando considera el bienestar de la persona y de la población en todas las dimensiones. Esto se ha explicado bien en los documentos preparatorios de este Congreso. Es integral en el sentido en que no está subordinado a la economía, pero que considera la economía como una de las muy numerosas dimensiones del desarrollo integral, que comprende lo social juntamente con la calidad de la vida en términos de nutrición, salud, educación y empleo, que comprende también la política con la existencia de reglas de derecho, que garanticen la independencia y el equilibrio de los poderes, pero también el respeto de los derechos del hombre y de la mujer, derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. La democracia representativa es, por encima de todo, democracia participativa. Participa en el desarrollo ecológico respetando los bienes de la creación, asegurando la calidad de la vida de las generaciones futuras, sin ignorar la generación que hoy grita a favor de la justicia. La dimensión ética es el modelo englobante, que va más allá de la escala de valores y que implica el compromiso. Con otras palabras, responde a los aspectos materiales y espirituales; una gran renta significa poco para quien ha sobrevivido a la tortura.

Este enfoque del desarrollo coloca al ser humano en el centro, en su integridad individual y colectiva, evidenciando las relaciones establecidas con el pueblo y la sociedad, las relaciones con el mismo Dios y con la creación. La primera etapa de un enfoque del desarrollo local o integral está enraizada lo más cerca posible de la gente. El desarrollo local conduce, naturalmente, al concepto de una economía de solidaridad, porque el desarrollo económico local implica la movilización y la interconexión de las fuerzas vivas de las comunidades, capaces de producir y de ser fuerzas de cambio. Estas capacidades locales generan una nueva economía, una economía del trabajo basada, por encima de todo, en la satisfacción de las necesidades y de los derechos de los individuos, de las familias y de las comunidades, comprometiéndolos directamente en la lucha contra la pobreza y en la integración enraizada en las fuerzas de los pobres. Para salir de una economía de subsistencia e ir hacia un desarrollo económico local, es necesario asociar la economía y la ética. Este enfoque une la respuesta de la producción con el consumo ético, el comercio justo, la economía de solidaridad, el intercambio de conocimientos y no, sencillamente, con un altruismo generoso. Por eso son necesarios intercambios políticos nacionales para que se den cambios políticos internacionales; los unos están subordinados a los otros. La acción de incidencia internacional de nuestra Confederación está indisolublemente unida a la acción de incidencia local.


Para terminar la descripción de nuestra casa, os hablé de la importancia de los fundamentos, que son nuestro anclaje eclesial. Las evoluciones políticas y sociales que acabo de describir sobrevienen en la vigilia de la quinta Conferencia general del episcopado de América Latina y Caribe, que se celebrará en el mes de mayo del 2007 en Aparecida, Brasil. Bajo esta perspectiva, las Comisiones de pastoral social y las Caritas de vuestra región se han reunido varias veces en 2006, para realizar una reflexión conjunta sobre los grandes desafíos económicos y sociales del continente y sobre los signos de los tiempos. Han elaborado, así, propuestas en materia de intervención social en las poblaciones más necesitadas, que se someterán a los Obispos con antelación a la celebración de esta Conferencia, que se inscribe en la continuidad de las Conferencias de Medellín, Puebla Santo Domingo, que definieron las orientaciones de una Iglesia latinoamericana al servicio de los más pobres. Cuando, en 1968, se reunieron en Medellín, bajo el impulso del Concilio Vaticano II, los obispos latinoamericanos adoptaron una posición de escucha y de apertura a los problemas sociales, inaugurando una nueva forma de aprehender la realidad y, en ella, la presencia de Dios. Las Conferencias de Puebla y de Santo Domingo profundizaron las intuiciones de Medellín y prolongaron, de forma creativa, las perspectivas inicialmente trazadas, como “ la opción preferencial por los pobres”. La quinta Conferencia sobreviene en un contexto marcado por una profundización de los problemas sociales y de importantes cambios políticos y sociales en América Latina y Caribe. Actúa, así mismo, dentro de un ambiente eclesial que, a veces, privilegia la dimensión profética. La Conferencia de Aparecida reviste, consiguientemente, una importancia mayor. Las conclusiones que adopten los obispos determinarán, en parte, las orientaciones de trabajo de las Caritas de América Latina y Caribe para los años venideros y serán presagio de las respuestas que ofrecerá la Iglesia a las situaciones de pobreza e injusticia social. La Iglesia del valor se debe dar mayor visibilidad a través, entre otras cosas, de la participación de los laicos y de las mujeres en las decisiones. En la acción de incidencia local realizada por las Caritas, la Iglesia nos ha de sostener y acompañar, es decir, ha de estar delante cuando se trate de decir no a la corrupción. Diversas Iglesias del mundo, como la Iglesia de Filipinas, dan testimonio de esta acción, difícil y peligrosa, contra la corrupción.

En cuanto Presidente de nuestra Confederación desde hace dos años, y por el hecho de mis responsabilidades anteriores, he conocido, con vuestro contacto, la riqueza de vuestras Caritas ; riqueza que debéis compartir con las Caritas de otros continentes. Vuestra reflexión unida a vuestras acciones es original e insustituible. Expuse ante vosotros la relación entre desarrollo integral y ética, pero deseo citar también vuestras convicciones sobre el poder de los pobres, sobre la necesaria unión entre cultura y caridad, sobre el desafío de la educación y de la comunicación y sobre vuestra manera, muy especial, de hablar de Dios a las mujeres y a los hombres de hoy día mediante una espiritualidad social. La encíclica Deus Caritas Est no puede ser más clara : « La Iglesia no puede quedarse al margen en la lucha por la justicia » (N. 28).

En marzo de 2005, a mi vuelta de Colombia, publiqué un artículo sobre las poblaciones indígenas de Colombia y en él decía sobre los temas de la acción de incidencia que Caritas Colombia y la Iglesia de este país habían puesto en evidencia que una vez más se verifica el hecho de que la violencia o el terrorismo crecen en el humus de la pobreza, que la democracia política se fundamenta en la inclusión social y en la democracia social.


¡Caridad, solidaridad, justicia y desarrollo humano integral son los pilares de nuestra casa común!

DV